¿Cómo se va entretejiendo la relación entre mi cuerpo, mi mente y mis emociones?

¿Qué influencia tienen estos procesos con mi salud y mi enfermedad?

Tanto sufre el que goza, como goza el que sufre. Por eso no todos los caminos llevan a Roma, sino al cuerpo.

José Saramago.

 

Comenzamos con la idea de que nuestro cuerpo es la casa que habitamos y no siempre estamos atentos a las señales que nos envía. Desde el momento en que nacemos, comenzamos a sentir el malestar que producen las necesidades básicas que hacen posible nuestra existencia, esas señales en un inicio son interpretadas por nuestros padres, quienes ayudan a asegurar nuestra supervivencia.

El cuerpo es el lugar donde tienen lugar los discursos sociales, las normas, lo moral, lo permitido y lo prohibido. Por ello, un lenguaje de nuestro cuerpo son: los síntomas (enfermedades), la postura e incluso el movimiento o cómo nos presentamos ante los demás. 

El autor Jean Le Boulch (1992) plantea el tono muscular y el psiquismo como una unidad psicosomática (cuerpo-mente) que permite comprender que no hay emoción sin alguna expresión corporal.

Las emociones por su parte son un sistema complejo e investigado desde diferentes disciplinas, sin embargo en la actualidad es muy reconocido el trabajo del psicólogo Paul Ekman (la mente detrás de la película Inside out ó Intensamente).

Las emociones tienen los siguientes componentes:

  • Cambios fisiológicos o viscerales: respuestas de nuestro sistema nervioso autónomo. 
  • Experiencia subjetiva: la valoración de los hechos o situaciones que vivimos.
  • Movimiento o conducta: reacción de nuestro sistema nervioso periférico, motor. 
  • Lo social y cultural: los valores de cada cultura influyen en las emociones que tenemos ante ciertos hechos. 

El cuerpo humano y la vivencia de las emociones suelen ser complejos, incluso culturalmente en oriente y occidente, existen formas distintas de conceptualizar la salud y la enfermedad.

En sociedades orientales el cuerpo es considerado una totalidad, cuya salud depende de la “distribución” equilibrada de la energía, siendo la enfermedad una falla en esa distribución energética.

En sociedades occidentales el cuerpo se encuentra parcialmente dividido en “casillas”, donde cada una de ellas corresponde a un especialista diferente (psicólogos, cardiólogos, ginecólogos, etc) y por tanto se pierde un poco de vista la atención integral a la salud. 

Actualmente, tenemos concepciones e intereses en el cuerpo, desde ópticas que antes no se tenían, las cuales provienen de ciertos fenómenos culturales y sociales, o sea:

  • El movimiento y postura feminista: cuyo debate sobre el significado social de los cuerpos diferentes y la gestión sobre el propio cuerpo, abren la puerta a la propiedad del mismo.
  • Aumento de la expectativa de vida en el ser humano y el debate sobre la calidad de vida.
  • El desarrollo de la medicina y la tecnología sofisticada que van avanzando a la par de la revalorización de los métodos naturales en la atención a la salud (medicina integrativa y complementaria)
  • El interés público en los temas salud/enfermedad, envejecimiento y nutrición

Día a día, somos influenciados por estos fenómenos y -con ello- la vivencia que tenemos de nuestro cuerpo influye en la manera en que decidimos atenderlo o cuidarlo.

Para Therese Bertherat -en su libro El cuerpo tiene sus razones– los malestares del cuerpo son producto de nuestra historia “en el envaramiento, en las crispaciones, en la debilidad, en los dolores de espalda, cuello, piernas, brazos, del diafragma (…) en los músculos de la cara y en los del sexo, se revela toda su historia individual, desde el nacimiento hasta el día de hoy”.

A lo largo de nuestra vida reaccionamos a todas las presiones morales y familiares que recibimos de los demás, esto activa mecanismos de estrés (que se abordarán posteriormente) y comportamientos naturales (de defensa) del cuerpo. 

A través de sentencias como “pórtate bien”, “date prisa”, “así no”, “eso no”, “deja ahí” nuestro cuerpo se pliega todo cuanto puede. Basta observar a un niño cuando es regañado, que de inmediato baja la cabeza o se encorva.

También, en el discurso de diversas disciplinas que nos influyen, hemos dejado poco a poco en manos de “otros” el cuidado de nuestro cuerpo. Pareciera que son otros los que deben de enseñar a descifrar sus señales. Nos encontramos en una era donde “pensar” se ha convertido en lo más importante, incluso más que “sentir”. Pero el cuerpo, la mente y las emociones siempre van a estar presentes, porque son nuestra manera de ser/estar en este mundo.

Me gustaría concluir esta primera parte, con una reflexión de Bertherat (1991): El cuerpo es nuestra única realidad aprehensible y no se opone a los sentimientos ni a la mente, sino que los alberga (…) tomar conciencia de nuestro cuerpo/espíritu, lo físico/psíquico, incluso la fuerza/debilidad, representan la unidad del ser y no su dualidad.

En el siguiente post continuaremos con este tema. 

Te invito a interactuar a través de nuestras redes sociales con las siguientes preguntas de reflexión:

a. ¿Qué refleja mi cuerpo al mirarme en el espejo?

b. ¿Qué ideas sobre mi cuerpo me han transmitido otras personas?

c. ¿Cómo decido cuidar mi cuerpo?

Sé que tu tiempo es valioso, por lo tanto agradezco que te hayas tomado unos minutos para leerme y compartir este contenido. Nos leemos pronto.